La password

Te amo desde la pureza del haber, desde el triunfo de la perseverancia
Te quiero porque sos parte de mí, lo que soy sos, lo que sos soy

El esfuerzo pagó su rédito y el balance está muy lejos del déficit
Sin embargo la inversión requiere ser depuesta
El brillo ya no luce y los intereses se achican
Los sueños ya no anhelan

El movimiento se acabó, cada espacio fue cubierto y ahora debo destruir para volver a moverme. Me cuesta aceptar la demolición y clausura para poder seguir.
Nada estaba errado, las fallas fueron solucionadas y el problema podía desaparecer
Por qué entonces una estructura debe ser clausurada... ¿acaso el 80% no era suficiente?
Cómo se calcula, sin números, al bien y al mal, a lo bueno y lo malo.

Sé que conoces a la perfección mi mapa hasta aquí impreso, no hay camino que no sepas dónde conduce, aún los que yo todavía no recorrí. Sin embargo la decodificación de mi alma se te hace imposible y eso detiene mi traza. No dudes que pagaría con la hipoteca de mi vida por que comprendieras las contraseñas que te di, pero el idioma en que están es el único que no aprendiste. Aceptar este concepto es la empresa más difícil que encararé.

La cuenta se cerró hace mucho tiempo y sin embargo aún sobra, pero no pretendamos ser murciélagos en la tierra del sol eterno, no nos sirve y ambos sabemos que con el tiempo los ecos que nos guían se perderían en la arena, en el vacío.

Soy, con o sin ti. La diferencia está en el cómo. Enero siempre me plantea el desafío de volar demasiado alto para este concepto y el resto del año se encarga de “sociabilizarme” con una realidad que no alcanza. El vuelo es descomunalmente elevado y siento que alguna vez deberé probar la resistencia de mis invisibles alas... será fracaso o éxito absoluto, pero será... será un intento nunca definitivo.

Lo bueno y lo malo tiene unidad, esa que te incorporé, esa que ya no quiero, esa que no me deja ser infinito.

Siento que puedo ser de los mejores en lo finito, donde sea...
¿Podré ser infinito?