El campo, el poder, el dinero... NOSOTROS

La lucha de poder. Un deseo indiscriminado por el dinero. La incapacidad que tiene el mundo de mirar para adentro. La imposibilidad de conectarse con los sentidos. Las ganas de no ser un humano. La necesidad de no sentir. De no sufrir. De no soltar. De no morir.
Todo se conjuga con la misma frase verbal de no hacerse cargo.
En una era donde el dinero se convierte en poder y el poder en la capacidad de engañar al par, para así obtener mayor rédito, cada vez nos damos menos cuenta de la importancia del todo. La cultura genérica nos indica que sólo podemos salvarnos a nosotros mismos, no a todos. La forma de crecer es única y particular, y por eso de nada vale la mano que uno tienda. Pero la irresponsabilidad personal no contempla la necesidad ajena que nuestra sociedad tiene... Y ya pocos intentan cambiarlo.
¿De qué sirve un mecánico sin autos que arreglar? ¿De qué nos sirven billetes sin algo que comprar? ¿De que nos sirve amar si no tenemos a quién?
La incontinencia verbal que generamos y también sufrimos transforma al todo en una competencia consigo mismo. Una competencia que elimina, pero olvidamos que sin rivales ya no hay competencia.
El dinero se construye desde la pluralidad, sin embargo pretenden individuos.
Como siempre, la ambigüedad humana es motivo de éxito y eclosión.
Las técnicas renovadoras de la sociedad van en todos los casos por el mismo camino. Pretenden lo plural por sobre lo individual. Defendiendo siempre la singularidad como concepto de una de las partes del todo. Porque si cada elemento, único e irrepetible, conserva su equilibrio, nada forzado será realizado.
¿De qué nos sirve el poder si no tenemos donde aplicarlo?
¿De que nos sirve la vida si no podemos Vivirla?